Históricamente la población juvenil ha sido vista como un segmento de
“rebeldes sin causa”. Problemas como la drogadicción, alcoholismo y la
delincuencia organizada, han estigmatizado a las y a los jóvenes.
En consecuencia, el Estado ha demeritado
muchas veces las aportaciones que los jóvenes pueden hacer a la sociedad. El
sector juvenil ha representado un gasto para el estado y por ello, la mayoría
de los programas públicos tienen que ver con atender problemas, más que
potenciar capacidades y proyectos de desarrollo emprendidos por jóvenes.
No obstante, emprender esfuerzos de
cooperación para el desarrollo integral de este sector, implica impulsar verdaderos
procesos de organización y acompañamiento, para que accedan a los pocos
recursos y programas gubernamentales y no gubernamentales destinados a la promoción
de proyectos juveniles.
Es necesario impulsar un programa con rigor
metodológico in situ, que genere
capital social según las condiciones socioeconómicas, para hacer de las ideas
de los jóvenes, proyectos exitosos y sustentables.
Los emprendedores jóvenes requieren de
orientación, de sensibilización y una fuerte labor de organización y asistencia
técnica antes de que un proyecto ingrese a alguna institución de
financiamiento.
La importancia de atender
el sector juvenil no solo tiene carácter demográfico y relación con el famoso
“bono juvenil”, no, es más que evidente la necesidad de incluir a éste sector
en las políticas públicas. Algunos especialistas advierten que de no hacer ajustes en estas, “el bono demográfico” se convertirá en un verdadero
problema para las naciones en vías de desarrollo,
(Véase la delincuencia organizada integrada en su mayoría por jóvenes).
Para
el caso de estados con amplia población indígena y muchas comunidades rurales, como Oaxaca, la
atención implica un doble reto; por un lado, el rol de género arraigado a su
contexto (trabajos del campo, actividades domésticas, procrear hijos, etc.), y
por el otro, la propia cosmovisión.
En estas condiciones, es difícil que sean sujetos de los programas públicos denominados juveniles, por lo tanto, quedan excluidos.
Para
los países en vías de desarrollo, es importante entender que las y los jóvenes
deben insertarse en las políticas públicas y gubernamentales, y las que
existan, tienen que ser más incluyentes.
Lo
anterior significa, sumergirse en todos los estratos y grupos sociales, la
juventud no sólo es ese “prototipo” con el cual los
gobiernos suelen legitimarse recurrentemente, en referencia con el sector estudiantil. En Oaxaca existen jóvenes
campesinos, indígenas, migrantes, artesanos, en situación de calle, padres de
familia, etc.
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